Aludes y eso que les pasa a los demás.

«El mejor rescate es el que no hay que hacer»

José Ramón Morandeira.

(médico, montañero e incontinente verbal)

 

He tenido la oportunidad, y la fortuna, de participar en el II Foro de especialistas en aludes (especialista no soy, pero es el nombre del foro).

Como mi sabiduría y mi pedantería corren parejas (adelantándose la segunda), he decidido compartir, parte de lo que se dijo y parte de lo que sé.

 Vamos a empezar por el principio. (me gustaría adornar todo esto con dibujitos, pero así se os hace más duro, y os provoca la necesidad de seguir investigando)

Un alud es una avalancha de nieve que, de forma espontanea o provocada pierde anclaje y desciende de la montaña con toda la velocidad que puede.

Grosso modo podemos decir que dependiendo del tipo de nieve puede caer en forma de «spray» una peligrosa nube de nieve polvo que, genera una gran onda expansiva por delante y que, además tapona las vías respiratorias provocando asfixia.

Pueden, también ser de placa, la parte superior de la superficie está helada y una fractura en ella ocasiona un desprendimiento de grandes proporciones. El hielo es un material de gran dureza, y por tanto muy frágil, ya que carece de plasticidad. Un alud de placa se puede desencadenar por una fractura en su parte superior, pero, una fractura en la parte inferior tambien puede generar la avalancha.

O, de nieve húmeda, nieve pesada que, aunque no alcanza gran velocidad, el peso de la nieve desplazada es grandísimo, provocando grandes daños.

Y, atendiendo al punto en que se desplaza la masa de nieve, pueden ser de superficie o de fondo.

Esto es peligroso, sobre todo si te pilla debajo. 

Así que, en zonas de riesgo hay que seguir unos consejos:

  • leer (y comprender) la previsión de riesgo de aludes.
  • evitar las zonas propensas, en las que hemos visto restos otras veces (aunque haya sido hace años)
  • tener cuidado con los fondos de los valles y las medias laderas (un alud puede remontar la ladera opuesta)
  • No cruzar a la vez todo el grupo por la zona sospechosa.
  • Y, por supuesto llevar el material de rescate en condiciones de uso. Y SABER UTILIZARLO.

 

 Fin de la primera parte, luego viene la segunda, que es más interesante.

Cálcese bien…

… o se puede calzar un buen guarrazo.

Unos días antes de emprender el camino de Santiago, me cargué las zapatillas que pensaba llevar.

Buen momento, viejas, gastadas… Pero, había que cambiarlas. Mi primera idea era marchar con las de correr. Octubre, posibilidad de lluvias, barro… Mala idea.

Así que, aunque mi primera opción eran unas de trail running, la economía (y el uso posterior, correr es de cobardes) las desaconsejaban.

Encontré una opción razonable, cómodas, con membrana, y ligeras,

que tenían una suela majica:

Los primeros días de uso se portaron bien. En Galicia no nos llovió ningún día. Así que no pude probarlas como se merecían.

Y, hoy, que se me ha ocurrido dar un paseo por los alrededores del pueblo, casi me estampo por un patinazo inesperado. Ayer llovió.

En casa nos hemos sentado los tres, la derecha, la izquierda y yo, a analizar el motivo.

Resulta que ese bonito cambio de color en la suela, que debería ser de un caucho de diferente densidad no es sino… Pintura.

En efecto, lo poco desgastados que están esos tacos muestran que debajo del amarillo, aparece el negro del resto de la suela.

Señores de decathlon. vale que juegan con unos precios competitivos, pero una suela bicomponente es de dos materiales, no  de dos colores, eso es bicolor.

Señores de decathlon, la pintura resbala. Y, como decimos en mi pueblo, esbariza.

Seguiré usandolas hasta machacarlas, primera ley del pobre, pero he perdido la confianza en ellas.

P’al monte, idea.

Eso es lo que pensé al principio.

Tras adquirir saco nuevo para que la mayor lo utilizara en su campamento de verano, me di cuenta de que abultaba mucho, pese a la talla.

Así que, entre la opción cara; comprar una funda de compresión, y la incómoda; que lo lleve así, aunque no quepa nada más en la mochila, surgió el bricolaje.

Con estas manitas, hilo de coser y tres cintas de esas de colgar cosas en las mochilas, que había por casa y mi tiempo, que es gratis…

¡Tachán!

el detalle lateral, que se ve mejor:

Importante: coser en la parte superior una cinta que dirija el tiro para que al comprimir quede más o menos igualado.

Como sólo tenía tres cintas, lo hice así, si tienes cuatro siempre quedará mejor.

No te mates la cabeza cosiendo desde el interior. Aunque quede «culo de pollo», tampoco se va a notar tanto.

Mochilas para niños.

Acabo de apuntar a la hija a los boyescaus (yo lo digo así). Y, se me ha planteado una duda de material. ¿qué mochila le compro?

Hasta ahora hemos hecho excursiones de día. Para eso tiene su mochila pequeña (unos 12 litros, tirantes y espalda adecuados a su altura…) pero, ahora empieza a salir de fines de semana, y no vamos sus padres para llevar lo «gordo» de la carga.

Así que, he recibido un golpe de humildad y, pese a tener muy claro el tipo de mochila (y material) que puede necesitar un mardano de 80 kilos para vivaquear en altura, he tenido que reconocer que no sé (aún) qué mochila necesita.

Analicemos.

¿Cuál es la actividad principal? Caminar con la mochila preparada para el fin de semana.

¿Caminatas muy largas? No, al menos en principio. De momento no va a utilizar la mochila para «andar» con ella todo el fin de semana, sino para ir al lugar donde acampen desde el autobús.

¿Qué lleva dentro? Saco, algo de ropa, plato y tazón, cantimplora. (unos cuatro kilos, un 20% de su peso, quizá demasiado).

Resumo, pues.

Necesita una mochila ligera, sin «adornos» (no necesita portapiolet, ni veinticinco daisys para colgar cacharros).

Al menos un par de bolsillos, que le evitarán desmontar la mochila cada vez que necesite algo.

Y, aunque sé que un saco, en su bolsa de compresión se reduce mucho, una niña de siete años no tiene la misma fuerza que el mardano de antes.

Así que, el volumen debería ser suficiente para alojar un saco (no demasiado bien comprimido), y el resto de material del fin de semana.

Como, además, hasta dentro de cuatro o cinco años no empezará a usar la mochila «de verdad», mi consejo es:

Una mochila entre 40 y 50 litros, Con unos tirantes no demasiado largos, sin estructuras internas (pero bien acolchada), con uno o dos bolsillos exteriores (en la tapa suelen llevar otro bolsillo) y  con cintas de ajuste de volumen.

Accesorios que hacen más cómodo el transporte de la mochila: un cinturón acolchado (ojo, no muy ancho) y rappel de carga (esto son las cinticas esas que unen los tirantes con el tape de la mochila).

Unas cuantas opciones:

Altus Treking 50 o kit excursión, y esta, que por precio es una buena opción, del decartón.

Claro, lo mejor es la bolsa de Sport Billy, pero los niños de ahora no lo conocen, así que tendré que usar sus referentes.